Nunca Jamás
Katherine era mi compañera de salón cuando la conocí.
Habían pasado creo más de cuatro meses del primer semestre de la carrera de derecho, que ambos cursábamos en la Universidad del Oriente. La escuché por primera vez, el día que preguntó al profesor de derecho civil sobre qué libro teníamos que comprar para su clase. Hasta ese momento no la conocía, ya que esos primeros cuatro meses me había dedicado a adecuarme al bullicio y ajetreo del ambiente universitario.
Me di cuenta de su existencia porque llegó tarde a la clase ese día que preguntó al profesor sobre qué libro teníamos que comprar para su clase. El haber llegado tarde, fue motivo por el que no se diera cuenta de que el profesor había anotado el libro a llevar en la pizarra con marcador negro y en letras grandes; simplemente el profesor volteó a la pizarra y ella, entendió al acto; después de ello, ya no hubo pregunta o aclaración más.
Inteligentemente -dije yo entre mí, -ella no preguntó nada más al profesor, entendió lo que el profesor quiso decir, con sólo voltear hacia la pizarra. Eso fue el comienzo para mí de una serie de ensoñaciones con ella, un amor triste, silencioso y nunca revelado que me carcomió por el resto del semestre y el resto de lo que quedaba por terminar la carrera.
Afortunadamente Katherine encontró al novio perfecto, según lo que vi y pensé en ese momento; aparte de lo que escuché decir de los compañeros de clases: Johnatan, un joven apuesto, hijo de un próspero comerciante de productos lácteos, fuereño, lejano a las costumbres citadinas, acostumbrado a la tranquilidad, pasividad y vida del campo y de los pueblos que rodean la metrópoli.
Paralelamente, Katherine era la mujer que Johnatan necesitaba, una mujer de ciudad, que conociera cada rincón de ella, y que estuviera muy feliz y complaciente de poder llevarlo a conocer cada lugar, café, disco, antro, librería, museo, o concierto que se llevara a cabo en la ciudad. Ella, una mujer de carácter, inteligente, excelente en elocuencia, y una gran capacidad de razón y de juicio junto a un hombre de pueblo, que venía de buena familia, por no decir, de costumbres tradicionalistas, un apellido de renombre y valor sólo en el pueblo, ya que como todos sabemos, en la ciudad el apellido sólo sirve para ver qué número de lista te tocó o, si estás al principio o al final de los próximos a nombrar.
En fin, Katherine y Johnatan fueron novios después del primer semestre de la carrera; yo simplemente era testigo de una historia de amor, donde no tenía participación ni como alcahuete mucho menos de antagonista, ni tuve el típico papel de amante por un rato, ni tampoco el que acaba destrozando alguna relación sentimental, simplemente fui nadie, sólo un espectador.
Para Katherine, yo era un compañero más, una persona que llenaba una butaca más en determinadas clases, ese tipo de personas que sabes que están ahí, pero que nunca llegas a conocer, platicar o socializar con ellas, pero sabes que existen, sabes su nombre y tarde o temprano van a la ruta del olvido o, sobresalen en algo y simplemente recuerdas que fueron tus compañeros de clase.
Yo, ¿qué puedo tener de interesante?. Un hombre común, de 20 años, que gusta del rock, los cafés nocturnos, como muchos; que tiene una familia sin apellido interesante, mucho menos algo interesante a lo que se dediquen, clase media, unos con profesión, otros no, etc.. etc.. etc… .
II
Esto simplemente lo vislumbré en ese momento así:
Para una mujer que presumiblemente será exitosa, la cual, tiene una opción a elegir para toda su vida: decidirse por una persona de pueblo, puede ser una opción rara, inconsistente y hasta no viable, pero decidirse por una persona citadina, que hará lo mismo que harán todos los estudiantes de derecho: tratar de sobresalir en las aventuras laborales de la ciudad o irse a otra ciudad a tratar de hacer lo mismo. ¿qué guarda de impactante, de opción inteligente y satisfactoria el decidirse por una persona de ciudad, si puede elegir a una persona “rural” en ascenso?. Uso ascenso en cuanto a la familia, puesto que a lo que sé de a oídas, la empresa del padre creció exorbitantemente, Johnatan tuvo todo apoyo familiar, y fue por siempre el orgullo de la familia, pues era el único que estaba estudiando en la ciudad, vivía su familia en un pueblo emergente, es decir, un pueblo que pronto podría ser llamado ciudad.
Simplemente fue cuestión de terminar la carrera y optar por irse a su pueblo, poner su despacho y esperar a que se divorcien, mueran, dejen intestados bienes, peleen, asesinen, vociferen y cometan actos delictivos los “nuevos ciudadanos”.
Y aparte en la ciudad, ¿no resulta un tanto exótico una persona de pueblo, que no conozca las costumbres urbanas?, que tenga la garganta fuerte por tanto licor, que sepa cantar todas las canciones del repertorio ranchero, que pueda invitarte a su pueblo y a pasar tres o cuatro días disfrutando de tranquilidad, una casona grande, comida diferente y mucho más sabrosa, gente agradable, y como no, alcohol; además, una persona que tenga establos repletos de reces, que pueda invitarte a las fiestas, verbenas, ferias, agasajos y posadas dignas de un pueblo…
Eso es lo que Johnatan pudo ofrecer a Katherine y yo simplemente fui mudo testigo de ello.
Supe que se casaron, yo también me casé. Katherine no resistió a las tentaciones rurales y con todo y su excelente elocuencia partió al adorado pueblo de Johnatan. Yo me quedé en la ciudad, me casé con una próspera psicóloga que supo embaucarme con sus teorías rara-lógicas del amor.
El padre de Johnatan aumentó su imperio lacteofílico y compró la mejor casa y con mejor vista del pueblo a su hijo recién graduado y recién casado; además le ofreció el puesto de abogado general de su exitoso imperio, el hijo como buen hijo aceptó, no sin antes aclarar que quería poner un despacho el cual iba a ser atendido por él y su mujer… el padre aceptó lo acordado.
Yo trabajo en un buffet jurídico en el centro de la ciudad y hago lo que todos: divorciar, apelar, defender, tramitar escrituras, papeles, actas, edictos, etc… además en la escuela donde da clases mi esposa doy una clase de derecho penal. Tengo sueldo de pobre y me voy de briago con mis amigos ex-universitarios cada que puedo, claro, sin desatender mis asuntos jurídicos.
¿Cómo calificas una vida a los 45 años, cuando ya está casi vivida, cuando por lo menos tuviste un pasado en el que pudiste hacer algo y ahora tienes un presente dependiente del pasado y sobre todo con una opción entre miles que pudiste elegir?, es difícil decirlo.
Ahora sé que esa opción entre miles tomada fue acertada; mi esposa me ama y trata de aplicar todas la teorías psicológicas relacionadas al amor, la unión de dos, y lo mejor de todo sexualidad y sexo en general; lo único que no soporto es que en asuntos de amor, peleas, intrigas, desacuerdos ella quiera tener siempre la razón y me eche en cara de que yo algún dia tenga el descaro de promover mi propio divorcio.
Katherine es feliz, un antiguo compañero de clase que es excelente amigo de Johnatan, además de frecuentarlos muy a menudo, me dice que los ve muy bien y que además Johnatan está próximo a pronunciarse como candidato a la presidencia de la ahora “ciudad”; mis mejores deseos para él, le dije a mi amigo, y para ella pensé entre mí: espero que el sexo sea muy bueno.